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Cuando nos vemos ante la tesitura de redactar un testamento, siempre nos surgen dudas, pues queremos beneficiar a unos herederos más que a otros, pero no queremos perjudicar las tan famosas «legítimas», pues podríamos sufrir la impugnación de nuestro testamento, algo que debemos evitar a toda costa.
Es esencial redactar correctamente un testamento, de forma que nos aseguremos que nuestra voluntad queda reflejada y, sobre todo, estemos tranquilos de que nuestros deseos se cumplan cuando ya no estemos en este mundo.
Asimismo, la redacción de un testamento ayuda a dejar claras las bases del reparto entre los herederos, de forma que la voluntad individual de cada uno de ellos no signifique que, finalmente, acudan a los Tribunales y recurran al procedimiento de división judicial de herencia porque fue imposible que se pudieran de acuerdo entre ellos para realizar la partición.
Entre los testamentos más comunes en España, destacan el testamento abierto notarial, en el que el testador especifica su última voluntad al Notario, que lo refleja en una escritura pública que será firmado con todas las formalidades necesarias; el testamento cerrado, en el que testador no informa al Notario, haciendo entrega de un sobre cerrado, que será abierto después de su fallecimiento; o el testamento ológrafo, que es aquél redactado de puño y letra por el propio testador y que viene acompañado por una serie de formalidades sin, las cuales, la ley lo considera nulo.